el primer paso hacia la cultura: arte

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Un arte que se concentra en la arquitectura.


El arte sefardí que ahora podemos analizar se nota principalmente en la arquitectura. Tenemos la suerte de que podemos ver algunas sinagogas medievales que se han conservado. Estas corresponden a los gustos artísticos de la época y, al mismo tiempo, atendían a las necesidades del culto judío.
Antes tenemos que recordar que una sinagoga no era un templo propiamente dicho sino una casa de oración. Pues, se trata de un lugar al servicio de la comunidad, empleado para diversas tareas. La más importante de ellas es la práctica de la oración conjunta, pero sirve también como lugar de enseñanza, sede de asambleas etc.
Se sabe que el número de las sinagogas en la España medieval fue considerable. Pero claro que de ellas no se han conservado todas, porque muchas veces eran transformadas en iglesias y muy modificadas con el paso del tiempo. Suelen ser de pequeño tamaño porque servían a comunidades con un reducido número de miembros.
Entre estas sinagogas medievales tres destacan especialmente.

1. La sinagoga de Santa María, la Blanca, Toledo.

Fue construida en el siglo XIII. Analizándola por rasgos de la arquitectura judía podemos ver la planta basilical con cinco naves separadas por arcos de herradura, sostenidos sobre pilares con capiteles de piñas. Los arcos presentan una hermosa decoración geométrica y de ataurique, prolongada en las naves laterales. La central tiene la mayor altura y muestra una segunda arquería de arquillos ciegos polilobulados. Además es obvia aquí la influencia del arte almohade.


2. Sinagoga del Tránsito, Toledo.

Presenta planta rectangular de una nave cubierta con armadura de madera. Toda la sala de oración está decorada con yeserías policromadas geométricas, epigráficas y heráldicas, pero es especialmente destacable en ella el muro este, en el que se guardaban los rollos de la ley. Aquí encontramos un riquísimo repertorio decorativo: inscripciones hebraicas (entre ella, una muy curiosa en la que ha-Leví adula al rey castellano), composiciones geométricas, elementos vegetales, motivos heráldicos, etc, en algunos casos con policromía.






3. La sinagoga de Córdoba.

De dimensiones un poco pequeñas. Se accede al interior a través de un patio que nos conduce a una sala cuadrada, decorada con yeserías de ataurique e inscripciones. Una de ellas debe ser especialmente recordada aquí. Su texto afirma: "Bienaventurado el hombre que a mi me oye para continuar aprendiendo sobre mis puertas de día en día, para guardar los umbrales de mis entradas, abrid las puertas y entre la nación de los justos, que guarda fidelidad...".


El conocimiento de estos edificios sefardíes nos permite leer (como afirma la inscripción anterior) una parte de la historia de Sefarad, de la España judía, de unos habitantes de este país como nosotros, con sus afanes cotidianos, que fueron expulsados de España por un estado que ya no soportaba la existencia de otras religiones. Hoy tienen sus puertas abiertas.; Pasaron los tiempos de la intolerancia, afortunadamente.

Prepáralo tú mismo.

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Creo que casi todos conocemos esa sensación de tener hambre después de hablar o leer sobre la comida exótica y desconocida para nosotros. Además nos entran muchas ganas de probar algo nuevo, algo que podría revolucionar nuestra gastronomía doméstica ya conocida por todos los miembros de la familia. Por eso creo que vale la pena dedicar un poco de tiempo y trabajo a decubrir los antiguos y olvidados sabores que pueden sorprender nuestro paladar. Para despertar la curiosidad e interés por la cocina de los judíos españoles he escogido un plato olvidado del menú sefardí característico.

Flores de calabacín rellenas de queso
Hoy día se ha perdido la costumbre de comer flores, lo cual es absurdo ya que siempre han sido un producto gastronómico de lujo...
La preparación:

Las flores se ponen en agua fría para que tengan una buena textura. Luego se escurren suavemente sobre un paño limpio y ya están listas.

En un bol pondremos la albahaca fresca recién picada junto a las avellanas, la pimienta, el perejil y la sal. Se machaca bien todo y luego se añade el queso y un huevo. Hay que hacer una masa homogénea manejable ya que con ella habrá que rellenar las flores.
Colocamos dos platos, uno con huevo batido y otro con harina y pasamos cada flor por el huevo, luego por la harina y de nuevo por el huevo. Esta operación debe hacerse entre dos cocineros, mientras uno reboza y mete las flores en la sartén con abundante aceite caliente, el otro se ocupa de la fritura. Deben quedar bien doradas pero sin llegar a tostarse.

Se deben servir inmediatamente, bien calientes, para que el rebosado esté crujiente.